El Porsche Carrera se civilizó un poco con el paso de los años. Se convirtió un coche menos radical que aquel primero modelo de 1973. Cambiaba la crudeza de un auto de carreras por una practicidad que permitía usarlo diario y conservaba el manejo deportivo que lo hacía tan divertido. Si uno tenía manos suficientes para llevarlo al límite, el coche respondía con un rendimiento notable, sólo superado por el 930 Turbo, el 911 tope de gama.